El Seminario Internacional Futuro
Progresivos y Resonancias Críticas de los 80,
que se celebró en el auditorio del Museo de la Solidaridad entre el
12 y el 13 de abril en Santiago, es una de las actividades
relacionadas con la muestra Poner el
Cuerpo, en exhibición en la misma
institución. Ambos son reverberaciones de la investigación
realizada por la Red Conceptualismos del Sur para la exposición
Perder la Forma Humana: una imagen
sísmica de los años ochenta en América Latina,
que ocurrió en el Museo Reina Sofía de Madrid, entre octubre de
2012 y marzo 2013.
Además de la exposición, Perder
la Forma Humana también realizó una
serie de encuentros en los que se invitó a los artistas a presentar
sus investigaciones y actividades, impulsando la creación de una red
entre ellos. Las reuniones y la itinerancia de la muestra, que
recorrió Lima y Buenos Aires, ocurrio hasta el 2014. Por lo tanto,
Futuros Progresivos es
un tipo de itinerancia no oficial que continúan, en Chile, los
debates generados por esa exposición de arte conceptual que permitió
la participación de personas de diversos países de América del Sur
en su formación.
Día 1 (12.04)
Al igual que los encuentros realizados en Perder
la Forma Humana, el seminario Futuros
Progresivos también se organizó con
el fin de evidenciar el habla de los artistas. Y la primera mesa tuvo
la participación de Alberto Díaz, representante del grupo chileno
Agrupación Jóvenes Plásticos (APJ), Antonio Kadima, miembro del
Taller Sol, también de Chile y Alfredo Márquez, de la agrupación
peruana Taller NN. La mesa se intituló Trazos
Insurgentes: La Gráfica y destacó la
experiencia de estos artistas con la producción de carteles y
folletos.
Esta experiencia gráfica fue marcadamente
importante a finales de los 70’ y el período de los años 80’.
En parte, en Chile, debido a una herencia muralista, representada por
las brigadas políticas que ocuparon las paredes en el momento de la
campaña de Allende, junto con una estética política de izquierda
que favoreció la serigrafía y el grabado como formatos (por su
facilidad de producción, circulación y, se suponía, de recepción).
Por otro lado, en Perú, se adoptó una visualidad Pop que contestó,
por una parte, la estética tradicional de la izquierda y por el
otro, denunció el terrorismo de Estado y el genocidio del pueblo
peruano.
La primera agrupación presentada, la Agrupación
de Plásticos Jóvenes (APJ), surgió en 1976 desde el Grupo Semilla,
formado por estudiantes de la Facultad de Bellas Artes. Después
de una exposición cerrada por la policía, cuando varios miembros
fueron detenidos, el Semilla terminó. Sin embargo, varios de sus
miembros volvieron a reunirse alrededor de la APJ, continuando las
acciones para llevar a cabo actividades culturales en las
universidades y espacios alternativos, como el Taller 666. A partir
de ahí, comenzaron a ampliar las actividades para el medio ambiente
urbano, actuando desde una comprensión de este como un espacio de
intervención y soporte de creación. El paso hacia el espacio
público intensificó el carácter activista del grupo. Desde ahí,
la APJ empezó a articularse con estudiantes de artes gráficas para
la producción de carteles y folletos, y a reunirse con grupos
comunitarios y sindicatos, haciendo murales en estos lugares.
De acuerdo con el testimonio de Alberto Díaz, el
primero en tomar la palabra, había en ese momento un clima muy
fuerte de articulación colectiva. En las universidades, dice Díaz,
comenzaron a circular libros sobre el arte conceptual y esta
información condujo a la comprensión de cómo realizar actos
artísticos en la ciudad que ayudaron a planear acciones del grupo.
La APJ pasó a enfocar la intervención urbana y la acción de
intervención en los conflictos sociales. Comenzaron a realizar
varias acciones con carteles, produciendo materiales para las
protestas, así como folletos en los que se les pidió a las personas
intervenir rellenandolos. La APJ también produjo escenarios y
murales móviles, participando en espectáculos de teatro y de
acciones murales en la ciudad. El contenido de las acciones realizaba
crítica a los actos de terrorismo de estado cometidos por la
dictadura de Pinochet, en contra de la censura establecida y estimuló
la conexión social.
Después de Díaz fue el turno de Antonio Kadima
hablando sobre Taller Sol. Creado en 1977, el Taller Sol, así como
APJ, también utilizó el recurso de la producción de carteles y
folletos como medio de intervención urbana y política. En su
informe, Kadima habló sobre el proceso de rearticulación cultural
que se produjo en el período post-dictadura. En ese momento, varios
intelectuales y artistas fueron asesinados o exiliados y fue
necesario realizar nuevas redes y articulaciones entre los que se
quedaron. Desde la organización en grupo, los artistas comenzaron a
reorganizarse para formar nuevas redes de acción y resistencia a lo
que Kadima recordó como el llamado "apagón cultural" de
la dictadura. El Taller Sol fue uno de esos colectivos. Este grupo
también llevó a cabo la investigación sobre el proceso creativo
popular en el Chile post-dictadura, creando lo que es el Archivo de
Memoria de la Resistencia, actualmente muy importante. El grupo
también realizó acciones musicales, teatro y danza, además de
investigar sobre estas manifestaciones. Aún en funcionamiento, el
Taller Sol ahora tiene un importante archivo documental de la época,
siendo un centro de investigación de las acciones artísticas de
finales de los años 1970 y 1980 en Chile.
El tercer invitado de la mesa, el peruano Alfredo
Márquez, miembro del grupo Taller NN, destacó la acción gráfica y
la acción de guerrilla de este grupo en el período de la década de
1980. Por un lado, estas acciones eran similares a los experimentos
llevados a cabo en Chile, pero por otro se distingue por el contenido
estético de los carteles producidos. Utilizando la técnica de la
fotocopia y serigrafía, también usado por grupos APJ y Taller Sol,
la diferencia en la experiencia peruana está en una visualidad
marcadamente pop que sus carteles presentan. El Taller NN se apropió
de carteles y fotos y imprimió nuevas frases sobre ellos (técnica
también utilizada por APJ), pero también utilizó imágenes
populares para intervenir en ellas. Un ejemplo es la imagen icónica
de Mao Tse Tung con los labios pintados y coloreados con colores
fuertes como el rosa y amarillo. Hay en esta serigrafía una fuerte
semejanza con las imágenes seriales de Andy Warhol, como por ejemplo
su Marilyn Monroe.
Sin embargo, según Márquez, la relación con
esta tradición Pop no era directa. Para él, más que el arte pop,
fueron las carátulas de los álbumes de rock que marcaron la
visualidad de su generación. Se reconoce una influencia del arte
pop, pero él afirma que esto no era una referencia intelectual para
el grupo. Fue más una referencia estética más amplia, presente en
el mundo de los medios de comunicación y el arte y la cultura
relacionada con el punk que el grupo tenía como referencia. Esto se
debe a que, en medio de la guerra entre el Estado peruano,
representado por la figura de Alberto Fujimori y el grupo guerrillero
Sendero Luminoso (grupo maoísta), la influencia del punk y sus
símbolos del anarquismo y la subversión son activados por grupos de
la resistencia en ese momento. Y estos grupos, llamados por la
izquierda partidaria peruana de "marginales regresivos", se
destacaron por una resistencia que puso en tela de juicio tanto las
narrativas de izquierda en boga en la época como los discursos
pro-gobierno.
En los carteles producidos por Taller NN, se
destacan las intervenciones sobre imágenes difundidas por los medios
de comunicación de cadáveres apilados (que podrían confundirse con
las de los campos de concentración de Auschwitz), pintadas con
colores fuertes y vibrantes, destacando la banalidad de estas muertes
en piezas que parecen casi de publicidad. Estos cuerpos sin
identificación, anónimos fueron clasificados por las iniciales NN.
Este acrónimo fue apropiado por el grupo y pasó a nombrarlo. Otra
apropiación que el grupo realizó fue la del número 424242, que
aparece en varios de los carteles y folletos producidos. Este fue un
teléfono creado por el gobierno para que se hicieran acusaciones de
posibles miembros del grupo terrorista Sendero Luminoso. Las quejas
anónimas fueron responsables de la desaparición de miles de
personas.
La guerra civil peruana duró 20 años, entre 1980
y 2000, dejando un saldo de casi veinte mil desaparecidos, miles de
exiliados y varias otras muertes confirmadas. Y el relato de Márquez
de este contexto fue especialmente importante dada la actual
posibilidad de victoria de Keiko Fujimori para la presidencia de
Perú. Keiko es la hija de Alberto Fujimori, quien actualmente cumple
una condena por asesinato premeditado, secuestro, lesiones graves,
así como acusaciones de corrupción durante su mandato.
La segunda mesa de la noche contó con la
participación de investigadores de la Red Conceptualismos del Sur,
que hablaron sobre la experiencia de la construcción de la
exposición Perder la Forma Humana.
De la mesa participaron la argentina Ana Longoni, miembro articulador
de la Red, el brasileño André Mesquita, la chilena arraigada en
Argentina Fernanda Carvajal y la curadora Isabel García, también de
Chile. Además, participó el artista chileno Felipe Rivas, miembro
del Colectivo Universitario de Disidencia Sexual (CUDS).
Inaugurando la mesa, Ana Longoni, miembro más
antiguo de la Red de Conceptualismos del Sur y uno de sus
articuladores, destacó que la Red nació de una necesidad de pensar
en las prácticas conceptuales desde el sur y en las formas de
trabajo en red y la colaboración. La Red también pretendia realizar
la recuperación de experiencias clave producidas a partir de la
década de 1970 y que estaban invisibles. Este trabajo de
investigación y el intercambio realizado por la red llevó a la
invitación para realizar la exposición Perder
La Forma Humana que, según Longoni,
fue una iniciativa del Museo Reina Sofía. Inicialmente, el Reina
Sofía pretendió destacar las acciones llevadas a cabo en la década
de 1970, pero, según Longoni, la red decidió investigar la década
de 1980, teniendo en cuenta que las discusiones sobre el período
anterior se habían llevado a cabo en gran número. Por otra parte,
debido a que la narrativa histórica oficial de ese período se basa
en la idea de retorno a la pintura, diversas acciones de guerrilla
urbana, intervención social, el cuestionamiento de género, las
prácticas artísticas subterráneas, las relaciones con la cultura
punk, entre otros, terminaron desaparecidos de este recuento
histórico. Hubo un interés de la Red por poner en evidencia una
metáfora artística del cuerpo de este período, evidenciando las
relaciones entre el cuerpo y los procesos de violencia, dice Longoni.
Por lo tanto, el eje de investigación para la producción de Perder
la Forma Humana fueron: activismo
artístico, la desobediencia sexual, travestimos, espacios
undergrounds, redes, pAnk (la letra A mayúscula es para dar
visibilidad a una experiencia de América Latina del punk). A partir
de estos ejes, el grupo de investigadores estableció además
relaciones con los conceptos de confrontación, contaminación y
contagio con el fin de no clasificar demasiado los experimentos.
El momento interesante del relato de Longoni sobre
la muestra es en el que revela que el 90% del material participante
de Perder la Forma Humana
nunca antes había estado en un espacio de exposición. Para ella,
este hecho plantea la cuestión de la presencia de prácticas
marginales en el museo. Esto lleva a pensar acerca de cómo el museo
se puede ver, según ella, como un espacio de interpelaciones, o sea
como un espacio público a ocupar, además de un espacio de
legitimación artística. Longoni también pone de relieve las
tensiones entre la expografía "cubo blanco" del espacio
del museo y la calidad precaria del material exhibido. Y otra tensión
revelada por el relato de Longoni fue el hecho de que en 2014, al
final del la itinerancia de la exposición en Buenos Aires, la feria
Argentina de arte contemporáneo, Arte BA, ya estaba exhibiendo este
material. Para Longoni, esta situación plantea la cuestión de la
velocidad de apropiación que presenta el mercado y la
responsabilidad de los investigadores en este proceso.
La socióloga Fernanda Carvajal, en su discurso,
también expone el roce que se produce en la relación entre el
archivo y el mercado planteada por Longoni. Carvajal pone de relieve
la necesidad de pensar en cómo los procesos de investigación se
refieren a una dimensión de la valoración de mercado. Y para Isabel
García, esta cuestión implica preguntarse "¿Cómo los
archivos comienzan a socializarse?". Esta respuesta, para
García, tiene que pasar por la relación de los archivos con la
memoria y una discusión de lo que es la obra y lo que es el
documento. La compra de los archivos expuestos en Perder
la Forma Humana por los coleccionistas
e instituciones pone en relieve, según la curadora, la cuestión de
cuándo se pierde la especificidad de los archivos.
Los problemas revelados por las investigadoras de
la red en su discurso pone de relieve un debate que circula en el
campo del arte y para el cual trato de aportar con mi tesis sobre los
agenciamentos artísticos.
En esta investigación, argumento que las obras, vistas como
prácticas discursivas y estéticas, están en constante movimiento,
reactivándose y realizando nuevas disputas discursivas en cada nueva
configuración. Es decir, con este argumento abogo por el hecho de
que las prácticas artísticas y los artefactos físicos relacionados
con las mismas (ya sean fotos como obras o registros, así como
video, texto, etc.) no son estáticos o cerrados, ni entes totales.
Si es así, la apropiación por parte de las instituciones o por la
lógica del mercado tampoco ocurre de manera completa e irreversible.
El hecho de que documentos textuales y registros fotográficos sean
exhibidos y vendidos en las ferias de arte no significa, en mi
opinión, la "muerte" completa de la potencia crítica y
subversiva de los trabajos. Creo que más que una muerte, la obra
pasa por una re-significación del discurso incrustado en la
dimensión de lo que llamo el texto-arte (su dimensión estética y
material) y pasa a enfrentar, en este nuevo ámbito, otras disputas
discursivas, poniendo otros conflictos en evidencia. Por ejemplo, los
archivos de Perder la Forma Humana,
en el momento que pasan a existir en un ambiente artístico, es
decir, que se insertan en el campo del arte, empiezan a obtener una
condición de artefacto artístico, cambiando la característica
underground y marginal que los significaban en un principio. Y en el
proceso, incorporan otros discursos, incluyendo los de los
investigadores de la red, además de los del museo y del mercado,
estableciendo otras disputas entre lo que significaban estas acciones
en su tiempo, lo que sus autores definen como acción artística, el
proceso de transformación de estos documentos en nuevos artefactos
artísticos y la configuración actual del campo del arte, en su
interrelación entre las dimensiones institucional y de mercado.
Y si, según el relato de Longoni, estos
materiales causaron tensión dentro de la sala de exposiciones del
museo Reina Sofía, todavía dominada por la norma "cubo
blanco", este hecho en si ya es uno de los agenciamentos que
estos archivos realizan el interior institucional. Por otra parte, la
posibilidad de difusión de los archivos, algunos disponibles en
línea, provocan otras situaciones de tensión en las que la
adquisición por parte de los coleccionistas y las instituciones
requiere la imposición de una ley de derecho de copia en el mismo,
que no siempre se cumple. Por otra parte, la socióloga Fernanda
Carvajal pone en tela de juicio el hecho de que esta facilidad de
circulación pueda servir paradójicamente a una valorización
mercantil de los archivos. Esta discusión inserta un ruido dentro
del campo del arte, poniendo en relieve las reglas de transformación
de los objetos en artefactos artísticos y las posibilidades de
crítica a estas reglas a través de estos mismos objetos. También
incluye la discusión sobre el rol de los investigadores de la red
que, como comisarios de la muestra, se han convertido en agentes de
la transformación del estatus de esos archivos dentro del campo del
arte. ¿Qué es hacer visibles estos archivos?, ¿Introducirlos en la
esfera pública? Y si tenemos en cuenta que el espacio público es el
campo del arte, ¿cómo esperar que estos archivos ahí visualizados
no participen de las normas y discursos que estructuran este espacio?
Estas son preguntas que me gustaría incluir en este debate acerca de
la "mercantilización" de los documentos que se muestran en
el relato de las investigadoras creadoras de Perder
la Forma Humana.
Por otra parte, según André Mesquita recordó en
su discurso, algunas de las acciones llevadas a cabo durante ese
período, aunque imposibles de reanudar y rehacer, si no como puesta
en escena, repercutirán en nuevas acciones realizadas en el período
actual. Acciones de intervención urbana y activismo que fueron
significativas en el momento que se realizaron por primera vez y que
actualmente sólo son accesibles a través de los mismos registros,
no son sólo meros documentos cuyo único destino es ser apropiados
por el discurso institucional y de mercado. También son una potencia
y un registro colectivo de acción que se renueva en nuevos
manifiestos e intervenciones urbanas. André recuerda el caso de una
acción del colectivo paulistano 3NÓS3 que se llamaba Ensacado.
El grupo salió por la ciudad de São Paulo poniendo bolsas en la
cabeza de las estatuas de monumentos importantes. Luego llamaban a
las redacciones de los periódicos de la ciudad denunciando la
acción, creando un hecho real en la prensa. La ocupación del
espacio público realizada (la ciudad y el espacio público) en 1979,
apareció de nuevo en 2015 en el contexto de las ocupaciones de las
escuelas estatales de São Paulo. Los estudiantes pusieron una bolsa
en la cabeza del monumento al explorador Fernão Dias, que dio nombre
a la escuela. Mesquita revela que al cuestionar a los estudiantes
sobre la idea de embolsar el monumento ninguno de ellos citó la
acción de 3NÓS3, dijeron que lo habían creado ellos. La acción de
los estudiantes cuestionó el hecho de que hay un monumento a un
asesino de miles de indígenas en su escuela (al igual que en 2013 en
los graffitis en el Monumento a las Banderas, situado frente al
parque Ibirapuera). Nuevos contextos, nuevas preguntas, hechas desde
prácticas similares que muestran cómo las prácticas estéticas y
activistas pueden suceder una y otra vez, de maneras igualmente
significativas.
Día 2 (13.04)
El último día del seminario Futuro
Progresivos tenía apenas una mesa. En
esta se discutió la articulación política de los movimientos
sociales y grupos de artistas llamada coordinadores de cultura que
marcó la escena política y artística chilena durante los años
1980. Participaron de la mesa la activista feminista chilena Kena
Lorenzini, del grupo Mujeres por la
Vida, el artista y activista Havilio
Pérez, también miembro de la APJ y otra vez Antonio Kadima (Taller
sol) y Alberto Díaz (APJ).
La primera en hablar fue Kena Lorenzini. Con un
discurso bien humorado, la feminista relató el proceso de formación
de Mujeres por la Vida, un grupo formado en 1983 por disidentes
mujeres de diversos partidos políticos de la época, desde el
Partido Democracia Cristiana (centro-centro) hasta el MIR (Movimiento
izquierda revolucionaria). Las mujeres se reunieron en torno a un
grupo independiente dado que no encontraban espacio para sus voces y
acciones dentro de las organizaciones de los partidos que
participaron, dijo Lorenzini. Las mujeres que se reunieron alrededor
del grupo Mujeres por la Vida
comenzaron a realizar acciones de intervención urbana, realizando
protestas y marchas y otros eventos, en general el 08 marzo. Las
acciones eran dirigidas a visibilizar las situaciones de violencia
cometidas por el gobierno dictatorial, que en 1983 llegaron al
límite. Y la lucha contra la dictadura fue también una lucha por la
visibilidad de las mujeres y el papel de éstas en la política y la
esfera pública, que reunió no sólo a las mujeres de los partidos
políticos, sino también a artistas y otras militantes.
Una acción interesante citada por Lorenzini fue
el acto realizado el 08 de marzo de 1989, en el Estadio Nacional, que
reunió a cerca de 25 mil mujeres. El evento tomó la forma de una
obra de teatro en cuyo guión, donde las mujeres fueron nombradas
como brujas, decían frases en las que convocaban a la mujer como una
fuerza revolucionaria contra la violencia dictatorial y exigían el
reconocimiento del poder de las mujeres en la vida social y
democrática chilena. Este 08 de marzo fue uno de los más grandes
actos llevados a cabo por el grupo, en el cual participaron tanto las
feministas, como las representantes de la población mapuche y
mujeres vinculadas al esoterismo. Otra acción icónica del grupo,
que ocurrió también a finales de 1980, fue la eliminación de la
Llama de la Libertad, monumento en formato de pira, constantemente
encendido, creado por Pinochet en 1975 y que homenajeaba al Ejército
de Chile y el golpe de estado. El fuego fue apagado con una toalla
mojada por el grupo Mujeres por la Vida,
en una acción que significó un fuerte rechazo simbólico al poder
militarizado representado ahí. El grupo Mujeres por la Vida se
mantiene activo y participa en acciones y protestas constantemente
desde 1983. Son una importante articulación social de la sociedad
civil chilena por los derechos de las minorías hasta hoy en día.
El segundo momento de la mesa incluyó la
presentación de los llamados coordinadores de cultura. El proceso,
reportado por Kadima, Peres y Díaz , se trató de la re-articulación
popular en torno a la cultura después del golpe militar. Kadima
comienza recordando el vacío cultural creado por la dictadura tras
el asesinato o exilio de varios intelectuales y artistas como es el
caso icónico del músico Víctor Jara, gran símbolo de la violencia
de la dictadura militar chilena. Sin embargo, en los años
posteriores al golpe, un proceso de rearticulación popular se lleva
a cabo, al igual que los grupos artísticos universitarios que
surgieron en el momento (como APJ), ocurrió también la Fundación
del cine Normandie, en, entre otras actividades que provocaron un
movimiento de sectores estudiantiles y artístico en ese tiempo. Este
movimiento se expande en 1980, cuando se produce, según los
exponentes, una explosión de la acción colectiva. En ese momento,
los grupos feministas (como Mujeres por la Vida) se aproximan de las
agrupaciones de artistas, y trabajan de manera conjunta y en
colaboración en acciones cruzadas. Además, los sindicatos y los
movimientos populares que resistieron el golpe militar también se
acercan a estos otros grupos que surgieron después.
A principios de la década de 1980 tiene lugar el
primer congreso de cultura en el país, un evento que se convierte en
el detonante de la articulación colectiva organizada. El
acercamiento del movimiento de derechos humanos, los movimientos
feministas y agrupaciones de artistas (como el Taller Sol y APJ) da
lugar a la creación de una Jornada de derechos humanos y culturales,
que tuvo lugar en el año 1982. Es a partir de allí que se decide
por la creación de un primer cuerpo de coordinación para los
artistas y trabajadores de la cultura. Estos coordinadores se
organizaron en un equipo que trabajó políticamente para el
desarrollo cultural y artístico de la sociedad civil chilena, pero
sin crear formaciones partidistas, dice Kadima. La misión de la
coordinación era crear condiciones para el desarrollo de la cultura
y facilitar la actividad de los artistas y trabajadores de la
cultura. Desde esta organización, se llevó a cabo un segundo
congreso que reunió a más de 500 personas de todo el mundo. Sin
embargo, la crítica hecha por Kadima fue que, un año después de la
creación del primer órgano de coordinación, estas organizaciones
comenzaron a ser cooptadas por los partidos. Los puestos de dirección
estaban ocupados por representantes partidarios, que en ese momento
estaban perseguidos por la dictadura y con poco espacio en la esfera
política institucional. Este movimiento dio lugar a lo que se
conoció más tarde como gremios, que se partidizaron y se
convirtieron en estructuras excluyentes, provocando la dispersión de
los artistas.
Esta última mesa sobre las organizaciones
populares y la sociedad civil también tuvo breves informes sobre el
proceso de las brigadas murales chilenas, que se menciona brevemente
en el día anterior. En esta parte de la historia, me fue imposible
no hacer relaciones con el contexto del Recife de la década de los
80’, en el cual las brigadas artísticas participaron en las
campañas políticas en la democracia recién nacida. En Chile, estas
brigadas tuvieron un período de fuerte expansión en la década de
1960, durante la campaña pro-Allende, y oscilaron entre las
iniciativas populares y las campañas de los partidos. La
investigación de la relación entre las brigadas artísticas de
Recife y Santiago se explorará más tarde, en otro texto sobre el
tema.